Amé el surf desde prácticamente el primer momento que lo vi. Para mi es mucho más que un deporte, es una forma de vida. Llevaba años queriendo probar suerte y este año me lancé a hacer un cursillo de 5 días consciente de que si no conseguía levantarme en la tabla iba a caer en una depresión de las que dejan huella. Era un riesgo que tenía que correr. Lo que no había pensado era la depresión que iba a coger si conseguía levantarme, ya que en cuanto mantuve el equilibrio sobre mi flamante 7'6'' roja supe que quería más y que esa avidez nunca más me dejaría. Llegó el viernes y lo aproveché al máximo, cogí todas las olas que pude y me levanté en unas cuantas. A las 6 devolví la tabla, el traje y me dieron un diploma. Nos miramos todos y dijimos: "hasta otra :)". Esa noche me costó mucho dormir. No podía soportar la idea de no ir al día siguiente a las 4, coger mi traje de siempre, mi tabla roja, calentar y meterme en el agua. Necesito más.
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